ENTRE CAMAREROS Y DIRETES

Ataviado con chaleco de rombos, camisa a juego y un delantal con las marcas que el tiempo trabajado embebe entre vinos de naranja y potajes, Álvaro Peregil sonríe desde un pequeño y corroído mostrador hacia la calle. ¡Pasa, pasa y tómate algo, hombre! La clientela, de toda índole, se reúne en sus idas y venidas a la barra, en un vaivén sostenido de tapas, conversación y risas. Es curioso cómo una pequeña taberna, casi minúscula, puede albergar uno de los pedacitos más auténticos de la capital hispalense. Quizá fuera precisamente por ello, por su genuino carácter, por lo que la reconocida marca de refrescos que patentó el día de ‘San Bartolo’ el pasado verano eligiera a Peregil y su local de Mateos Gago para enmarcar una campaña que ha hecho reflexionar a muchos sobre la importancia de la existencia de nuestros establecimientos hosteleros. Ambientaron novelas, reunieron a las grandes figuras literarias y entre sus paredes se ha quedado grabada parte importante de nuestra historia. Pero más allá de todo esto, han visto nacer un pueblo que definen tanto o más que monumentos, iglesias o murallas. Visitante que se precie, no dejará fuera de su agenda la visita al bar y sus tapas.