Valencia se consolida como uno de los destinos urbanos más dinámicos del sur de Europa, impulsada por su atractivo turístico, su calidad de vida y su creciente proyección internacional. Sin embargo, esta evolución está ejerciendo una presión creciente sobre su infraestructura hotelera, que no logra cubrir la demanda actual. Según datos del sector, la ciudad arrastra un déficit estimado de más de 10.000 plazas hoteleras, una carencia especialmente visible en temporada alta y durante grandes eventos culturales, deportivos y corporativos.
Este desequilibrio está generando un cambio estructural en el mercado inmobiliario, donde los inversores están reorientando su estrategia hacia la adquisición de activos con potencial turístico, especialmente en zonas periféricas o edificios con posibilidad de reconversión.
Saturación del centro y nuevas restricciones normativas
“El centro histórico de Valencia —particularmente Ciutat Vella y el entorno del Ensanche— ha alcanzado su límite en cuanto a capacidad hotelera”, señala Romik Asatryan, director de K&N Elite Valencia, consultora especializada en real estate de gama alta. La escasez de suelos disponibles, la protección patrimonial de muchos inmuebles y una normativa urbanística más restrictiva han dificultado la apertura de nuevos alojamientos turísticos en los barrios más demandados.
Desde enero de 2025, una nueva ordenanza municipal limita los pisos turísticos al 2% del parque residencial por barrio, e impide nuevas licencias hoteleras en zonas donde más del 8% de las viviendas ya se destinan a usos turísticos. Esta medida afecta directamente a enclaves clave como El Carmen, Ruzafa o el entorno de la Estación del Norte, restringiendo aún más el crecimiento de la oferta alojativa en estas áreas.
La inversión se desplaza hacia zonas emergentes
Ante este escenario, el interés inversor se ha desplazado hacia zonas con recorrido urbanístico y precios más competitivos, como Turianova, la playa de la Malvarrosa, el entorno del Hospital La Fe o los alrededores de Nuevo Centro. Estas localizaciones ofrecen mayor disponibilidad de suelo y una normativa más favorable para nuevos desarrollos.
“Se ha producido un giro estratégico evidente: con el centro bloqueado, los inversores están explorando zonas con potencial de desarrollo y revalorización a medio plazo”, explica Asatryan. “Además del hotel tradicional, crece la demanda de activos flexibles como hoteles boutique, colivings, apartamentos turísticos o edificios mixtos, que se adaptan mejor a perfiles como el turista cultural, el nómada digital o el visitante corporativo”.
Oportunidad para la reconversión patrimonial
Desde K&N Elite confirman un aumento en las consultas por parte de fondos inmobiliarios, family offices y compradores particulares, atraídos por el desequilibrio estructural entre oferta y demanda. La clave, señalan, es anticiparse a la nueva geografía turística de la ciudad y apostar por activos con recorrido, incluso fuera del centro consolidado.
En este contexto, la reconversión de inmuebles para uso turístico reglado, frente a las restricciones crecientes a las viviendas turísticas en edificios residenciales, se presenta como una alternativa legal y rentable, que además contribuye a diversificar el modelo de alojamiento en la ciudad.
El reto: integrar, no fragmentar
Para que este nuevo modelo de desarrollo sea sostenible, los expertos insisten en la necesidad de una planificación urbana coordinada, que incluya infraestructura de movilidad, transporte público y conectividad con los principales polos de atracción turística.
“Evitar la creación de enclaves desconectados es clave. Los nuevos proyectos deben integrarse en el tejido urbano, generar valor para los barrios y diversificar la oferta turística de forma equilibrada”, advierte Asatryan.
Valencia, en el foco inversor europeo
La capital valenciana se encuentra en una posición estratégica para consolidarse como destino urbano premium, gracias a factores como el clima, el patrimonio, el litoral, y una política activa de posicionamiento internacional. Con el centro sin margen de crecimiento, el futuro pasa por un enfoque más descentralizado y sostenible, capaz de atraer inversión sin comprometer la calidad de vida local.
“El déficit hotelero no es solo un reto urbanístico, sino también una oportunidad para redefinir el modelo turístico de Valencia. Para quienes piensan a medio y largo plazo, la ciudad ofrece un entorno muy atractivo para invertir con visión estratégica”, concluye Asatryan.