Ha tardado casi cuarenta años la Maison Louis Roederer en lanzar un nuevo champagne que ya ha sido calificado como "un coche de Fórmula uno, la máxima expresión de la técnica enológica, una especie de banco de pruebas potencial para futuros cuvées, especialmente si la temperatura global continúa aumentando", en palabras del enólogo Jean-Baptiste Lécaillon.
Este champagne nace de la colaboración de Frédéric Rouzaud, propietario de Louis Roederer, y Philippe Starck, el diseñador francés, que además del diseño de la botella ha participado en el diseño de su interior. Su propuesta consistió en realizar este champagne en la forma de un brut natura, sin azúcar de expedición añadido.
Para su elaboración, se ha trabajado con las uvas obtenidas en una finca de Cumières, de tan solo 10 hectáreas, cultivada de forma biodinámica, con caballos.
Pinot noir y chardonnay se vendimiaron, prensaron y vinificaron juntas, sin ningún tipo de coupage.
El resultado ha sido un mosto único, histórico, de la mayor madurez, pero de una increíble frescura.
Técnica enológicas llevadas al límite
Louis Roederer había empezado a experimentar con menos dosage en sus vinos desde 2003. La dificultad residía en cómo conseguir un vino equilibrado y elegante, sin maloláctica y sin añadir licor de expedición.
“El viñedo biodinámico de Cumières nos ofrecia un mosto excepcional” afirma el enólogo, “pero teníamos que aumentar su textura, así que el 50% del vino se puso a criar en barricas de roble de 9.000 litros en lías completas”.
Lécaillon asegura también que “el azúcar actúa como un antioxidante, así que tuvimos de trabajar de formas muy reductivas, sin filtrados, aunque ello conllevara un vino menos cristalino, y alargar la posterior crianza a 18 meses en lías”.
Una vez llegada la hora de convertirlo en champagne, también se adaptaron para mantener su pureza como explica Lécaillon: “Otra decisión fue rebajar el licor de tiraje, reduciendo así su influencia en el vino y su presión, de los 6 bares habituales en champagne 4.5, de esta forma conseguíamos mayor cremosidad y que la burbuja estuviera por detrás del vino”.
Este champagne ha obligado a todo el equipo a ser creativo en todas las facetas enológicas, reto que debido a las condiciones de la añada no se ha podido repetir de nuevo hasta el vintage 2009.
Cata de vino
El resultado es una joya auténtica del terruño, seco y sin ningún ornamento.
Su entrada en boca es elegante y fina a pesar de no poseer el azúcar para suavizarla.
Su paladar es vinoso, especiado y complejo.
Un champagne gastronómico de burbuja finísima e infinita que deja con ganas de más.