El Instituto para la Diversificación y el Ahorro de Energía, Idae, ha cuantificado el impacto del desarrollo de la eficiencia energética en España en todos los subsectores en 136.153 millones de euros en producción, que representan 762.698 empleos. Un análisis similar, limitado al sector hotelero, generaría una industria que aportaría 860 millones de euros a nuestro PIB y cerca de 5.000 puestos de trabajo anuales.
Pero además de impulsar el desarrollo económico de nuestro país, las instalaciones eficientes se ha convertido en una herramienta esencial para el incremento de la competitividad de esta industria. Según el informe “Cómo impulsar la eficiencia energética en el sector hotelero español”, elaborado por la consultora PwC y la Plataforma Tecnológica Española de Eficiencia Energética, implantar estas soluciones permitiría ahorrar 210 millones de euros al año al sector hotelero.
El documento, realizado a partir de las reflexiones y entrevistas con expertos y diferentes actores del mercado, señala que para lograr este ahorro habría que invertir 364 millones de euros, que se amortizarían con una reducción del consumo energético del 20%. Si se tiene en cuenta que los costes de aprovisionamientos energéticos y de agua suponen, de media, un 9% de los totales de explotación de un hotel, después de los costes de personal (36%) y de los aprovisionamientos directamente relacionados con los servicios y la operativa del establecimiento (22%), los argumentos para iniciar un proyecto energético están más que justificados.
Las principales cadenas ya han tomado cartas en el asunto. En torno al año 2004, sus directivos iniciaron su recorrido hacia la eficiencia, acometiendo las primeras experiencias, sobre todo centradas en la iluminación y la climatización. Para llevar a cabo este tipo de operaciones, del estudio de PwC se deduce que se tiende a acometer directamente proyectos con una necesidad de inversión acotada y retornos inferiores a dos años.